La ciencia ha probado que cuando se trata de amor o enamoramiento, un catálogo de hormonas son las responsables de tus tardes soñando despierta y tus noches en la luna. Pero esta explosión de sustancias en tu cuerpo puede llegar a ser tan adictiva como una droga, así lo explica un estudio del Albert Einstein College of Medicine. ¡Atentos, es muy interesante!
La hormona que te enamora: la Oxitosina
Se libera con un simple abrazo o muestras de ternura y su máxima dosis se escapa con la pasión y el orgasmo. La oxitocina es apodada por los científicos como la “hormona del amor”, porque su principal contribución es el de forjar vínculos sólidos entre amantes luego de la primera etapa emocional. Aunque sus funciones también implican tareas más oscuras, pues en el camino, suele activar otros neurotrasmisores, entre ellos estimula la producción de cortisol, que contribuye con el sentimiento de celos, miedo e inseguridad.
La hormona que te entusiasma: la Dopamina
La dopamina se relaciona estrechamente con los centros de placer, aumenta el ritmo cardíaco y la presión arterial; es por ello que cuando nos enamoramos, nos sentimos eufóricos, enérgicos y sin ganas de dormir. Sin embargo, cuando la cuota de dopamina se reduce, el cuerpo sufre una especie de síndrome de abstinencia que ataca a cada uno de diferentes formas: tristeza, depresión o pérdida de apetito.
La hormona que te ruboriza: la Noradrenalina
Compartir tiempo con el ser amado también libera noradrenalina, una hormona y neurotransmisor que influye en el sistema de recompensas del cerebro; es decir, que es la responsable de que nos sintamos bien cuando estamos con la persona especial. Por otro lado, también es la hormona detrás de las manos sudorosas, las mejillas rosadas y el corazón acelerado que nos obliga a respirar y suspirar hondo para que nuestras arterias se llenen de oxígeno y tengamos esa sensación de “caminar sobre las nubes”.
La hormona feliz: la Serotonina
Básicamente, los fármacos antidepresivos estimulan el aumento de los niveles de serotonina en el cuerpo, pues son las hormonas que nos proveen la noción de bienestar y buen humor. El enamoramiento causa que los niveles de serotonina se incremente y que, por ello, nadie pueda borrarte la sonrisa ni quitarte el optimismo. El sentido de respeto y pertenencia también desatan un aumento de este neurotransmisor, es por esa razón que profesores, jefes y personas con mucha seguridad, suelen verse tan atractivos. ¿Pero qué pasa cuando ocurre una baja en la cota de serotonina? Pues aparecen los síntomas del desamor: depresión y obsesión.
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Etapa de tolerancia: ¡Quiero más!
Y como toda droga, cuando el cuerpo se acostumbra a la segregación de estos químicos, pide más y más estímulos que, probablemente, no se lleguen a satisfacer. Allí es cuando decimos que la relación “ya no es la misma” y creemos que ya nos dejaron de querer o que no nos nace amar. La crisis y la rutina quizá simplemente signifique que nos hemos adaptado a la producción de las hormonas del amor.
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Afortunadamente, los humanos podemos superar las confusiones que genera esta secreción de hormonas. Decidir amar es elegir restaurar nuestros flujos y recuperar la estabilidad para construir un camino juntos y conseguir ser felices, eternamente felices.
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