Cuando conocemos a alguien, surgen diversas emociones propias de esta etapa como la alegría, entusiasmo, una visión positiva de la vida… generando una poderosa atracción que nos hace sentirnos felices con aquella persona. Pero algunas veces, estas emociones comienzan a formar una conexión que puede resultar peligrosa… el apego emocional. El amor surge de la admiración a otra persona y si esta nos corresponde, surge la amistad, la complicidad y la comunicación que hacen propicio el nacimiento del amor.
Amar (en todas las formas), implica ayudarse a crecer. Para crecer debemos conocernos. Un amor saludable se basa en el respeto, valorando las cualidades, virtudes y vivencias. Teniendo en cuenta que también somos susceptibles de equivocarnos, para no hacernos falsas expectativas propias y de los demás. Conscientes que de estos errores, surge el conocimiento de lo que somos capaces o no de hacer, y de los cuales aprendemos qué nos hace felices.
De esta manera es posible seguir adelante cuando una relación se termina, respetando los sentimientos y pensamientos de la otra persona. Satisfechos de que hicimos lo mejor que pudimos.
¿Es peligroso el apego emocional?
Cuando somos pequeños estamos apegados a nuestros padres y a los miembros que componen la familia nuclear, de ellos recibimos afecto, cuidado, protección y hacemos lo que se nos pide para sobrevivir los primeros años de vida. Este primer amor filial también debe enseñarnos a crecer como individuos, respetando nuestras decisiones y las consecuencias de ellas, fomentando la seguridad y la estima de lo que somos y hacemos. Para convertirnos en adultos que no buscan la aceptación, ni la compensación de los demás.
Pero cuando no aprendemos esto, más bien somos la extensión de la voluntad de nuestros padres o de la presión social, sumada a la carencia de cariño y la poca valoración, surge la necesidad de buscar aquello que nos compensa emocionalmente. Por ello, muchas mujeres y hombres se apegan inconscientemente a sus parejas casi de inmediato, sea por los gestos amables, situaciones emocionantes, la seducción, la posición económica, la apariencia, etc. Perdiendo de vista el conocimiento de las costumbres, amistades, familia, hábitos, manías, creencias… en fin, aquello que permita decidir si es adecuada para compartir una relación o no.
Se sobrevaloran más, aquellos momentos fugases de “felicidad”, negándose a admitir situaciones negativas que podrían suceder. Un apegado emocional es capaz de dejar cumplir sus metas, de frecuentar amigos, cambiar el estilo de vida, apartarse de la familia, relegar a los hijos y hasta se exponen al abuso.
Aguanta todo olvidándose de sí, con tal de no perder esos momentos que le hacen sentir un poquito “amada o amado”.
Construir una relación no se da de la noche a la mañana. La comunicación, la empatía y las vivencias, permiten conocer mejor a las personas, sin perder de vista que la primera relación y amor que uno debe cuidar es, con uno mismo.
Y tú… ¿amas o sientes un apego emocional?
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